Aquí os dejo una historia que encontré circulando por las redes, para explicarles un poquito a los peques, a modo de cuento, lo que está pasando y la importante tarea que desarrollamos todos en esta historia, en la que es tan importante la labor de los que tienen que seguir sus tareas como la de l@s que nos quedamos en casa; por que sólo junt@s, lo conseguiremos!!
#YoMeQuedoEnCasa
A través de este cuento podemos aprovechar también para trabajar un poquito los sentimientos; que nos cuenten como se sienten, como piensan que se sentirán los otros personajes de la historia, que hagan dibujos para pegarlos en la ventana y darle ánimos al resto de los habitantes del reino...
Espero que esta historia os haya gustado tanto como a mi, y así darle un poquito de ánimo y energía a vuestr@s pequeños que lo estáis haciendo fenomenal!!
Un saludo virtual y pasar buen fin de semana.
“Papii… no puedo dormir”
- “¿Qué te pasa, hijo?”
“Estoy preocupado… ¿Por qué no podemos salir a la calle?”
- “Vamos a hacer una cosa, antes te voy a contar un cuento…”
“¡Vale!”
- “Érase una vez, un gran reino lleno de gente humilde y de buen corazón, que después de mucho tiempo, había olvidado muchas de esas cosas, se habían olvidado de lo bueno que les rodeaba y algunos habitantes se volvieron codiciosos, y querían más y más, comenzando a actuar de tal forma que el egoísmo y las malas costumbres se habían apoderado del reino.
Un día, sin saber por qué, llegó al reino desde tierras lejanas, un terrible monstruo que atacaba y devoraba a la gente.
Algunos habitantes del reino intentaron enfrentare al monstruo, pero este seguía haciéndose más fuerte y grande.
Algunos habitantes del reino intentaron enfrentare al monstruo, pero este seguía haciéndose más fuerte y grande.
Los habitantes del reino, sin saber qué hacer, consultaron a los sabios, que les contaron que el monstruo se hacía más fuerte y grande porque pese a los ataques recibidos, podía seguir creciendo cuando atacaba y devoraba a más gente.
Así que los habitantes del reino se dividieron en dos grupos: la mayoría de ellos se quedarían encerrados en casa y otros valientes servidores del reino, trabajarían para acabar con el monstruo y para que la gente pudiera seguir teniendo lo necesario para vivir en sus casas.”
“Papi… y los que se quedaban en casa ¿eran los menos valientes?”
- “No, los que se quedaban en casa eran tan valientes como los servidores del reino, porque aunque algunos perdían los bienes que ganaban a diario por no poder trabajar sus negocios y pese a no poder ver a sus seres queridos ni poder disfrutar tan sólo de caminar bajo el sol, permanecían en casa para que el monstruo no se hiciera más grande y fuerte y pudiera atacar a los más débiles (ancianos, enfermos…); y por ello, el espíritu de solidaridad y buenos sentimientos del reino despertó de nuevo… y los más jóvenes ayudaban a los más mayores y otros vecinos que lo necesitaban, trayendo sus alimentos, cuidando a sus animales y haciendo todo tipo de buenas acciones por ellos.
Los duendecillos del reino (unos pequeños seres que vivían entre sus habitantes), hacían aparecer desde los balcones y ventanas pequeños y mágicos arcoiris que daban ánimos e ilusión al resto de habitantes para resistir, desde casa o fuera de ella, en la lucha contra el monstruo… y algunos otros seres mágicos del reino, también desde sus balcones y ventanas, creaban una música mágica que hacía que el resto de habitantes pudieran sentirse felices y esperanzados en la lucha contra el monstruo. Todos los habitantes, cada día salían a esos balcones para aplaudir y dar ánimos a los servidores del reino y a quienes peleaban desde casa contra el monstruo.
Mientras tanto, los servidores del reino, aún arriesgando sus vidas, día a día trabajaban luchando contra el monstruo con sus batas blancas, otros defendían la seguridad en las calles y se aseguraban de que nadie más pudiera salir para que el monstruo no les atacara, otros procuraban que los habitantes pudieran seguir teniendo alimentos, otros limpiaban para que el monstruo no pudiera rastrear a la gente hasta sus casas… Cada uno peleaba incansablemente como auténticos héroes día a día para que el monstruo finalmente llegara a estar tan débil que por fin pudieran acabar con él.
Un buen día, tras muchos días de encierros y pelea contra el monstruo, la gente se levantó y sintió un brillo especial en el sol que iluminaba el reino. Salieron a sus balcones como cada día y vieron que el monstruo había desaparecido. De nuevo podían salir a las calles, descubrieron nuevamente la emoción de poder abrazarse los unos a los otros, de reunirse con amigos y familiares tan sólo para disfrutar de su compañía. La lucha del reino no sólo había acabado con el monstruo… les había devuelto todas esas buenas cualidades de solidaridad, de amistad, de ganas de vivir y disfrutar de todo aquello cuya importancia habían olvidado hasta que el monstruo se las arrebató.
Ese día, los habitantes salieron a la calle a festejar y a disfrutar de todo lo bueno que por fin habían conseguido devolver al reino. Los duendecillos volvieron a jugar y disfrutar en las calles, donde se formó un gran arcoiris que a la vez que devolvía toda la ilusión al pueblo… hizo recordar con gran cariño a los caídos en la lucha contra el monstruo.
Y ahora descansa, pequeño duendecillo… y reúne fuerzas para salir a jugar, porque todo saldrá bien...
...porque muy pronto saldrá el arcoiris.”